Hay situaciones que te hacen sentir mas vulnerable que el estar desnudo, representarte desde el origen y evocar memorias infantiles, el descubrimiento de sí mismo como un ser sensible, reconocer que desde el principio sabías que te entregarías a las cosas bellas y decadentes. Esto fue lo que ocurrió con mi ultimo trabajo.
Descubrir un poema de Alfredo Espinosa Quintero, me permitió observar con detenimiento mi pasado en uniforme de escuela católica, regresé a mirar a través de unos ojos de flor de ciricote. Tal y como lo hacía cuando me ocultaba en el patio de mi casa para pintar, para observar el aplastante cielo azul maya y soñar.

La palabra joto
siempre logra que un niño se esconda
y salga de sus ojos disfrazados. Y salga
menos joto. Cuidando los ojos
y los que miran los ojos.
imitando, aprendiendo,
militarizando el vuelo de las manos:
su certeza de pájaros navieros
sobre el mundo que queda, que se hace olas.

El miedo no es una escena única,
un vocablo aislado,
una sola cosa. O sombra que pasa.
El miedo
es una escuela con muchos niños.
Un patio de recreo.
Una persona que no quiere ser persona
y se queda en el salón de clase
escondiendo
un ratón blanco en el bolsillo del suéter, o en las mangas del
suéter.

Que le abran los ojos a mamá
como una niña se los abriría a la abuela que finge dormir,
y me viera;
eso es el miedo.
Que tus hermanas descubran
que en la secundaria
te gritan colores rosas cuando pasas cerca.
La palabra joto
es un niño que siempre alguien está por descubrir
y tiene miedo. Y solo un ratón caminando
por las mangas del suéter.
Alfredo Espinosa Quintero, Joto. Fragmentos.